Bolsitas metalizadas brillan afuera de cada kiosco en Guatemala. En un país donde la desnutrición infantil convive con la malnutrición, las transnacionales seducen a las infancias con frituras y gaseosas. Reemplazan al maíz ancestral y, bolsa a bolsa, botella a botella, construyen un futuro enfermo.
Desde hace décadas la desnutrición crónica en menores de 5 años oscila entre 45 y 50% y la desnutrición aguda ronda el 20%, según datos oficiales. En grupos indígenas el indicador llega al 58%: seis de cada diez niños y niñas indígenas no tienen alimentación suficiente ni adecuada. La desnutrición es mucho peor de lo que suena esa horrible palabra: implica la muerte de bebés y niños. Y en quienes logran sobrevivir igual quedan marcas
Por Paula Mónaco Felipe
Fotografía: Gabriel Queche y Miguel Tovar